Es normal temer ante circunstancias adversas, los virus, las epidemias, las pandemias, las enfermedades letales o terminales, los terremotos, las riadas, los tornados, los huracanes, los ciclones, y pare usted de contar.
Es normal sentir miedo por lo que no podemos controlar, es sano tomar medidas para protegernos, las mas sabias, pensadas con equilibrio entre la razón y el corazón, sin caer en la desesperación.
Es difícil, lo se, pero debemos hacerlo en estas circunstancias adversas para poder vencerlas.
En medio de esta desgracia mundial, me llegan muchos mensajes y escritos, devastadores, todos a la final tienen un mensaje doloroso, para mi tal vez cruel; donde dicen que esas personas que murieron pensaron que nunca les pasaría.
Siento que es importante tomarse el tiempo para discernir sobre todos estos mensajes que considero no son convenientes para ningún ser humano.
Pienso con el respeto del pensamiento de otros, que a esta tierra venimos a aprender, a que nuestra alma aprenda lo que necesita para su evolución, nos asustamos a diario con la muerte, porque no sabemos que hay mas allá, nos preocupa la muerte por lo que dejamos en la tierra
Es normal sentir miedo, ante la adversidad, ante lo que se escapa de nuestros manos, ante lo desconocido, ante la muerte, la enfermedad, etc.
Pero que ganamos incrementando el miedo, la angustia, el temor en otros?.
La esperanza puede hacer que una persona a la que le dicen que esta en estado terminal venza el diagnostico y sane.
La fe de que podemos sanar o vencer la adversidad es necesaria en nuestra vidas para lograr el cometido.
A veces esa pequeña esperanza que queda en el corazón de una persona basta para que su organismo reaccione a su favor.
El miedo y la desesperanza por otro lado nos carcome, sentir que todo esta perdido, nos hace perder las ganas de luchar las batallas.
A veces me parece que los seres humanos disfrutamos con el morbo de destruir las esperanzas de otros, la fe de otros en su vida, en su familia, en sus amigos, en Dios, o en ese ser o seres sobrenaturales a quienes confiamos nuestra fe.
Suelo ser una persona de poca fe y tal vez por eso la vida me ha enfrentado a circunstancia difíciles para que compruebe que siempre hay esperanza, y que tal vez eso que pensé que acabaría con mi vida, solo me ha servido de aprendizaje.
Me diran como puedes ser una persona de poca fe?
Mi respuesta es básica suelo comprobar las cosas, por mi misma para poder empezar a creer, y es tal vez por eso que he tenido que vivir las adversidades para que tome conciencia de que esos rituales, oraciones y peticiones son reales, son efectivos, tal vez al ser esos rituales, oraciones o peticiones los que incrementan mi poca fe logro el objetivo.
En este momento dificil para el mundo siento que lo propio es incrementar nuestra fe, sobreviviremos al tener encendida esa llama dentro de nuestros corazones, no permitamos que escritos morbosos, nos hagan perderla.
Actuar con prudencia, con sabiduría, con equilibrio y calma, pero sin permitir que nada nos haga perder la fe.
Cuando el temor me embarga el salmo 91 y el 27 suelen ayudarme les comparto
Salmo de David.
SALMO 27
El Señor es mi luz y mi salvación;
¿a quién temeré?
El Señor es la fortaleza de mi vida;
¿de quién tendré temor?
2 Cuando los malhechores vinieron sobre mí para devorar mis carnes,
ellos, mis adversarios y mis enemigos, tropezaron y cayeron.
3 Aunque un ejército acampe contra mí,
no temerá mi corazón;
aunque en mi contra se levante guerra,
a pesar de ello, estaré confiado.
4 Una cosa he pedido al Señor, y esa buscaré:
que habite yo en la casa del Señor todos los días de mi vida,
para contemplar la hermosura del Señor,
y para meditar en su templo.
5 Porque en el día de la angustia me esconderá en su tabernáculo;
en lo secreto de su tienda me ocultará;
sobre una roca me pondrá en alto.
6 Entonces será levantada mi cabeza sobre mis enemigos que me cercan;
y en su tienda ofreceré sacrificios con voces de júbilo;
cantaré, sí, cantaré alabanzas al Señor.
7 Escucha, oh Señor, mi voz cuando clamo;
ten piedad de mí, y respóndeme.
8 Cuando dijiste: Buscad mi rostro, mi corazón te respondió:
Tu rostro, Señor, buscaré.
9 No escondas tu rostro de mí;
no rechaces con ira a tu siervo;
tú has sido mi ayuda.
No me abandones ni me desampares,
oh Dios de mi salvación.
10 Porque aunque mi padre y mi madre me hayan abandonado,
el Señor me recogerá.
11 Señor, enséñame tu camino,
y guíame por senda llana
por causa de mis enemigos[.
12 No me entregues a la voluntad de mis adversarios;
porque testigos falsos se han levantado contra mí,
y los que respiran violencia.
13 Hubiera yo desmayado, si no hubiera creído que había de ver la bondad del Señor
en la tierra de los vivientes.
14 Espera al Señor;
esfuérzate y aliéntese tu corazón.
Sí, espera al Señor.